MI ÚLTIMA REFLEXIÓN:
Esta
reflexión es la última que vaya a publicar en este blog pero seguramente, a lo
largo de mi vida (y si puedo dedicarme a la enseñanza) tendré muchas más
opiniones sobre los aspectos del binomio: enseñanza y aprendizaje. El motivo de esta entrada es la de
rectificar sobre ciertos aspectos que yo tenía en mente. No me entendáis mal.
No quiero decir que soy cambiante como la luna: que hoy digo una cosa y mañana,
otra. No. Esta no es la cuestión. Mis opiniones se deben a experiencias
personales o vivencias mías. Por este motivo, siempre me he posicionado por
determinados puntos como fueron los deberes y el uso de los móviles. Pues bien,
aquí va…
En primer
lugar, las prácticas me han dado la oportunidad de mostrarme cuál es mi
verdadera vocación, la docencia. Me encanta enseñar y disfruto del proceso de
enseñanza y aprendizaje. Es una sensación indescriptible y a la vez,
gratificante. El cómo organizar una clase y a su vez, tener a mano un plan B si
lo primero falla. La interactuación: relación que se crea entre los estudiantes
y su profesor. Formar parte y observar cómo van asimilando todos los
conocimientos a lo largo del curso académico y de sus vidas. Incluso, adoro ese
momento previo y breve antes de comenzar una clase: cuando los alumnos van
tomando asiento y tú respiras hondo y empiezas con un “good morning”. La
docencia no es sólo una profesión, es como un estilo de vida. Un rasgo más de
tu personalidad. Ahora bien, todos aquellos que piensan que los profesores sólo
son unos vagos (por eso de ser funcionarios), les diré que no saben nada. De
muy buenas maneras, les invito a una sola sección, sólo una (de 50 minutos), con
un grupo 30 alumnos entre los 13 y 14 años, y ya me dirán si piensan lo mismo al
finalizar la clase…
Como iba
diciendo, he tenido la oportunidad de conocer a grupos de estudiantes
ejemplares. Me refiero aquellos estudiantes que trabajan durante el desarrollo
de una clase, colaboran, levantan la mano para hablar, muestran interés por
aprender, responsabilidad, etc. Grupos donde el profesor/a se convierte en
parte en un “coach”. Y donde la enseñanza y el aprendizaje se convierten en un
proceso fluido y armonioso. Donde el mayor temor del docente recae en que estos
alumnos sigan manteniendo ese nivel cuando cambien de curso. En fin, como comprenderán,
de seguir así, no habría modificado mi forma de pensar con respeto a los
deberes.
Pero en
esta historia existen otros grupos de estudiantes no tan “ortodoxos”. Las
prácticas me han mostrado la verdadera realidad. No la total pero sí su
mayoría. Un pequeño reflejo de nuestra actual sociedad en un espacio limitado
denominado aula. Cuando repasamos en esta asignatura las competencias, en
concreto, la competencia de Aprender a Aprender (CAA), sinceramente, me pareció
ridícula en su momento. Ahora, me doy cuenta de la importancia de esta
competencia. Nuestros alumnos de hoy en día (y no quiero generalizar en esta
cuestión pero en su gran mayoría), no saben estudiar. Ni tan siquiera saben lo
que es un esquema, un resumen o subrayar un texto. Carecen de toda disciplina
académica que nosotros antaño teníamos. ¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo hemos llegado a
este punto? No solo desconocen los hábitos de estudio, sino que además, no
saben levantar la mano para pedir la palabra, ni dar las gracias ni decir por
favor. Una auténtica locura.
Por otra
parte, en mis tiempos cuando te posicionabas por una rama de bachillerato, lo
hacía porque lo tenías claro. Si te gustaba la literatura y la lingüística,
eras de letras puras pero ahora no. Ahora si no se les dan bien las matemáticas,
los estudiantes huyen hacia las letras puras por descarte. Una mala combinación
que se refleja en lo poco que leen y en la falta de dedicación a la escritura y
su ortografía.
Pues
bien, llegados a este punto es de sabios rectificar a tiempo. Por este motivo
inclino mi balanza a favor de los deberes. Deberes sí pero en su justa medida y
con una finalidad. Los deberes son necesarios para crear hábitos de estudios y
disciplina (y despertar en ellos el sentido de la responsabilidad). Aunque es
cierto que se ha llegado a tal punto en que se debe de dar positivos y
negativos para que realicen las tareas extraescolares. Algo totalmente inaudito.
¿Pero que hacen sus padres? Los padres deben formar parte de este proceso de
enseñanza y aprendizaje en las vidas de sus hijos. Deben preocuparse y
recordarles que hagan las tareas y que preparen los materiales para el día
siguiente. Las aulas no son guardería ni los docentes son niñeras para disfrute
de unos minutos tranquilos para sus padres. Las aulas son un lugar de
aprendizaje de conocimientos. Por este motivo es tareas de los padres
enseñarles a sus hijos modales y disciplina académica. Es importante que les
dediquen unos minutos a sus hijos diariamente.
En
resumidas cuentas, no hablo de deberes como CASTIGO, sino como una extensión de
trabajo y responsabilidad. Con
deberes o sin deberes, hoy en día, se ha llegado a tal extremo de pasotismo
entre nuestros estudiantes. Se nos habla siempre de la importancia de innovar
en las aulas pero primero debemos enseñar la importancia del trabajo, la
disciplina y la responsabilidad. Solo así conseguiremos una sociedad más activa
y eficaz.
Por
último, en esta reflexión, debo de dar la razón al grupo de debate. Deberes sí:
con un propósito y en su justa medida (no a la sobrecarga de trabajo) porque los
deberes son importantes. Ahora bien (visto lo visto), que los hagan es otra
cosa.
Quisiera
terminar esta reflexión con otro punto del debate: el uso de móviles en las
aulas por parte de nuestros estudiantes. Las prácticas o la realidad, una vez
más, me han mostrado que el uso del móvil en las aulas en manos de gente
irresponsable es un auténtico desbarajuste. Si nuestros estudiantes no son
responsables con el trabajo que se les asignan como pueden ser responsables con
el uso de las nuevas tecnologías. Por lo tanto, el uso del móvil sólo será
factible si la actividad, por parte del docente, lo requiere. Y será una labor
más del docente (del siglo XXI) orientar a los estudiantes en el uso correcto
de las TICs o denominadas, ahora, como TACs (Tecnologías de Aprendizaje y
Comunicación).